Crisis y Responsabilidad Social Corporativa
Alberto A. López Toro
Catedrático de E.U. de Organización de Empresas
Universidad de Málaga
El efecto de la crisis en un hogar no se diferencia mucho del que se produce en las organizaciones, ya sean instituciones públicas o privadas. Se manifiesta en su forma más patente en los recortes presupuestarios, que constituyen recetas a corto plazo.
En los hogares reducimos nuestro presupuesto, revisando nuestro consumo, sano ejercicio, pues a poco que lo analicemos nos damos cuenta cuan superfluo e innecesario es en la mayoría de los casos. En las organizaciones revisan sus partidas de gastos para encontrar aquellos que son superfluos e innecesarios, y no cabe duda que lo encontrarán, como ocurre en el hogar, y las reducciones pueden llegar a ser importantes, hasta pueden salvarnos durante algún periodo de tiempo. Pero, no más, pues la reducción de los gastos no es más que eso, una reducción que no una solución al problema que plantea la crisis.
Tampoco podemos sentarnos a esperar a que el gobierno solucione nuestros problemas, porque, entre otras cosas, el gobierno se está centrando en reducir el gasto, bueno, en este caso parece que no, perdonen, en aumentar el gasto en las partidas que considera fundamentales para atenuar los efectos de la crisis en los ciudadanos, y no tengamos que reducir nuestro consumo, mientras tendrá que reducir otras partidas que considere superfluas. Pero, no nos engañemos, pagan justos por pecadores, es decir, pagamos todos a través del estado a los justos para que no sufran, mientras los pecadores campean a sus anchas. Ironías del destino
Como decía, este efecto de la crisis en las organizaciones hace que todos nos apretemos el cinturón, y dejemos esos gastos superfluos para otros períodos mejores, de mayor bonanza económica. Y la RSC puede convertirse en un gasto superfluo, o lo que es peor, perder el interés que ha suscitado en los últimos años, como si se tratase de un gasto de lujo.
Pero es en estos periodos cuando debería adquirir mayor importancia, pues incide directamente en una de las principales causas de la crisis, que coincide con los títulos de algunos de los seminarios que llaman nuestra atención: “la codicia: el germen de la crisis”, si algunos directivos hubieran actuado de forma responsable, si algunos políticos hubieran actuado de forma responsable, otro gallo nos cantaría. Deberíamos empezar por ahí.
En los periodos de crisis la RSC se convierte en un flotador para muchos hogares, empresas, trabajadores, entidades, instituciones. La transparencia y rendición de cuentas, la coherencia, la preocupación sincera por los entornos sociales y medioambientales, nos da confianza a todos (trabajadores, consumidores, votantes). Lo que ha salvado a muchas organizaciones es que han seguido estrategias reales de responsabilidad social, y quizás no sean tan conocidas, ni hayan ganado tanto dinero o no hayan crecido exponencialmente, pero tienen la confianza de todos los que se relacionan con ella, empezando por sus empleados, clientes y proveedores, pero también de la sociedad en la que se encuentran inmersos (Stakeholders), y a las que les debe todo, fuerza de trabajo formada, facturación, etc. RSC no es cumplir las leyes y pagar mis impuestos, eso es lo que debemos hacer todos por ley. Desde luego que la RSC no asegura la supervivencia de las organizaciones, entran en juego otros factores, y seguro que más importantes, pero contribuye de manera decisiva al desarrollo de una organización que hace suyos los problemas y preocupaciones de los que la forman y los que les rodean, y ese es el tipo de organización al que nos dirigimos.
La cooperación de las organizaciones con sus entornos más inmediatos es una muestra de la RSC en los tiempos de crisis. Negociar a tiempo las reestructuraciones, contando con todos los stakeholders, donde las partes no busquen soluciones de compromisos, parches para unos meses, que beneficien sólo a unas partes y perjudiquen a otros, sino verdaderas estrategias de salidas de la crisis a medio y largo plazo, reales, que con el esfuerzo y participación de todos estarán más en línea con un futuro desarrollo y supervivencia de la organización. Como al país, a las organizaciones en crisis les hace falta reformas estructurales y decisiones, las cuales aderezadas con responsabilidad tendrán mayores garantías de éxito.
En algunos casos las soluciones pasan por lo que en el ámbito de la Unión Europea se conoce como la flex-seguridad, esto es, dotar de estabilidad en el empleo a la organización, ligándolo a la flexibilidad laboral y geográfica, donde la formación y las nuevas tecnologías adquieren un papel importante. Para ello, organización, trabajadores y estado, tienen que negociar, ceder y establecer compromisos prolongados en el tiempo, con la esperanza no de obtener resultados inmediatos, sino a medio y largo plazo. Y es que lo que no hemos hecho en diez años no se puede hacer en unos meses.
De nuevo, como en los hogares, los recortes presupuestarios y las reformas, para su éxito, requieren de la negociación con las partes implicadas, donde todos cederán para apoyar y contribuir a la mejora de todos, con la vista puesta en el futuro, y siempre de forma respetuosa y responsable.