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El Gobierno estudia regularizar al boliviano que perdió un brazo

13/06/2009

El drama de Edgar Franns Rilles, el inmigrante boliviano en situación irregular que perdió un brazo en una panificadora de Gandía (Valencia) y fue abandonado por su jefe cerca de un hospital, ha desatado todo tipo de condenas y la reacción del Gobierno, Comunidad Valenciana y sindicatos de la región.
La secretaria de Estado de Inmigración, Consuelo Rumí, señaló ayer en Alicante que confía en la posibilidad de normalizar la situación de Edgar por «razones humanitarias» si éste lo solicita, mientras que el Ejecutivo valenciano anunció la paralización del horno por «deficiencias técnicas».
Rumí dice que la víctima no tiene antecedentes penales y puede demostrar su presencia en España desde hace tres años y que tendrá que ser la subdelegación del Gobierno la que lleve a cabo los trámites. El Observatorio del Racismo y la Xenofobia ya ha empezado a recabar información sobre los hechos y la situación laboral de Edgar.
Al juzgado
Por su parte, la sección valenciana de Comisiones Obreras presentó ayer una denuncia en los juzgados de Gandía en la que se recoge los relatos aportados por el afectado y por su familia, y la declaración que prestó ante la Guardia Civil tras el accidente, ocurrido el 28 de mayo. En el escrito se expone que la víctima no disponía de ningún tipo de contrato ni estaba dado de alta en la Seguridad Social. Además, no contaba con formación previa en la empresa en la que estuvo más de un año y medio. El ministro de Trabajo, Celestino Corbacho, garantizó que caerá «todo el peso de la ley» sobre los dos hermanos dueños de la panificadora Horno Rovira Safor. Comentó que en esta época de crisis muchas personas aceptan cualquier puesto de trabajo y «alguien puede tener poco escrúpulo para obtener un beneficio económico» sin respetar los derechos de los trabajadores.
Edgar, de 33 años, relató que se le enganchó el brazo en la máquina de amasar después de que intentara recuperar un sobre de levadura. Su extremidad resultó amputada y su jefe le dejó a unos 200 metros del hospital advirtiéndole de que no contase dónde le había sucedido el percance. Cuando los agentes llegaron a la panificadora, los propietarios habían lanzado la masa y el brazo a la basura.

(Fuente: Surdigital.es)

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