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La RSC verde aún está lejos del corazón de la empresa

23/12/2012


En pleno quebradero de cabeza de los Gobiernos europeos sobre cómo dejar atrás la recesión, que España arrastra desde el año 2008, la economía verde surge a menudo en el debate -aunque no termine de germinar- sobre cómo crecer de nuevo y crear puestos de trabajo, no solo en sectores exclusivamente medioambientales como las energías renovables, sino también en las actividades tradicionales.

En este momento resultan significativas las conclusiones del grupo de trabajo de la Universidad de Santiago de Compostela sobre el valor que las empresas otorgan a la sostenibilidad como palanca para crear valor en su negocio. El coordinador del estudio, el profesor de Finanzas de esta universidad Juan Piñeiro, presentó algunas de ellas en el Congreso Nacional de Medio Ambiente que se celebró en Madrid a finales del mes de noviembre.

Este equipo se ha dedicado a estudiar el impacto de los índices y de las memorias de sostenibilidad en la estrategia de las grandes empresas, a raíz de escándalos como Enron y de otros gobiernos corporativos. "Aquel episodio fue un revulsivo y la reencarnación de la responsabilidad social corporativa (RSC). Las empresas reaccionaron porque los inversores no podían diferenciar las empresas responsables de las que no lo eran", explica Piñeiro.

Surgió entonces el boom de las memorias de RSC, donde las compañías plasman de forma voluntaria información medioambiental derivada de su negocio. El diagnóstico de estos expertos es que "cuando se apuesta por la sostenibilidad se crea valor, no solo costes añadidos". El problema es que esta información aún está relegada a un plano filantrópico, sin que se pueda establecer una relación clara entre, por ejemplo, la reducción del CO2 de una empresa en sus procesos de producción y la productividad fruto de ese gesto, de modo que "cuando los analistas quieren utilizar las memorias de sostenibilidad, resulta imposible relacionar esos elementos con la actividad de la compañía", matizan estos expertos.

La salida a esta ambigüedad podría estar, según Piñeiro, en la "inteligencia ecológica" que propone el escritor estadounidense Daniel Goleman, por la que las empresas empiezan a tomar conciencia de que los consumidores actuales quieren conocer la cadena de valor de los productos, el origen de sus componentes o el lugar de fabricación, a menudo situado en países con exigencias medioambientales más laxas que en los países industrializados.

La propuesta de Goleman, es decir, poner fin al antagonismo entre los objetivos de una empresa y el interés público, podría llevarse a cabo mediante la RSC, a condición de que las compañías creen un verdadero valor añadido, según los expertos de la Universidad de Santiago de Compostela.

Una vía podría ser obligar a las grandes empresas, cuya actividad se desarrolla en mercados de varios países, a revelar información medioambiental sobre sus actividades, como ya hace Francia con las compañías que cotizan en el Cac 40, una medida que serviría para orientar a los inversores en sus operaciones. "De no facilitar esa información, estos quizá desconfíen", matiza Piñeiro. Así, la moda verde que se ha instalado en los mensajes corporativos tendría un eco económico real que llegaría hasta el consumidor, en un nuevo modelo que proponen los expertos en el que el cuidado del medio ambiente se perciba como una ventaja empresarial.

En España es recurrente el debate sobre la obligatoriedad de las iniciativas de RSC, pero por el momento no ha cuajado, tampoco en la Comisión Europea. El ejecutivo comunitario creó en 2011 un nuevo marco para hacer más transparentes las políticas de responsabilidad social corporativa de los Estados miembros, aunque seguirán siendo voluntarias.


(Fuente: Cinco Dias)

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