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Editorial

La violencia en el trabajo es un hecho que está aumentando en los últimos años y al que cada vez se está prestando mayor atención debido al riesgo que puede suponer para la salud y la seguridad de los trabajadores.

La violencia en el trabajo se define según la Comisión Europea como aquellos “incidentes en los que el personal sufre abusos, amenazas o ataques en circunstancias relacionadas con su trabajo, incluidos los viajes de ida y vuelta al trabajo, que pongan en peligro, explícita o implícitamente, su seguridad, su bienestar o su salud” , incluye desde el lenguaje ofensivo a las amenazas, y desde las agresiones físicas hasta el homicidio.

Normalmente existe la tendencia a asociar la violencia con la agresión física. Sin embargo, y a pesar de no existir una definición única de violencia en el lugar de trabajo, sí existe un elemento común a la hora de enfocar y plantear la cuestión, el concepto de violencia debe ser más amplio que el de la mera agresión física (pegar, golpear, empujar, disparar,...) y debe incluir y comprender otras conductas susceptibles de violentar e intimidar al que las sufre. Así, la violencia en el trabajo incluiría, además de las agresiones físicas, las conductas verbales o físicas amenazantes, intimidatorias, abusivas y acosantes.

La violencia laboral se divide en tres tipos según una de las clasificaciones más difundidas y aceptada por la NTP 489 del INSHT, en función de quienes son las personas implicadas y del tipo de relación que existe entre ellas:

• Violencia tipo 1: No existe relación laboral, ni trato de usuario o comercial entre quienes llevan a cabo las acciones violentas y la víctima. Los casos más habituales se refieren a acciones con ánimo de robo. El mayor riesgo de sufrir violencia de este tipo lo tienen los establecimientos comerciales, bancos, lugares de almacenamiento de objetos valiosos, personas que trabajan con intercambio de dinero, taxistas, etc.

• Violencia tipo 2: Existe relación entre el autor o autora y la víctima mientras se ofrece un servicio. Habitualmente se producen estos sucesos violentos cuando hay un intercambio de servicios y/o bienes en la atención pública al usuario, seguridad pública, conductores, personal socio-sanitario, profesores, vendedores,...

• Violencia tipo 3: Existe algún tipo de implicación laboral entre el agresor o agresora y su víctima. Lo más habitual en este tipo es que el objetivo de la acción violenta fijado por el agresor sea un compañero de trabajo o un superior suyo. Las acciones de aquel pueden estar motivadas por dificultades percibidas en su relación con la víctima, buscando revancha, ajuste de cuentas o hacer uno mismo justicia.

Los tipos de conductas violentas y las consecuencias de las mismas suelen variar en función del tipo de que se trate. Las conductas de mayor violencia y con peores consecuencias para la víctima se sitúan en el tipo 1. En el tipo 2 lo más habitual son agresiones físicas con consecuencias más leves y abusos verbales y amenazas.

En contraste con los de tipo 1, en las que su periodicidad y ocurrencia es irregular en la vida de un determinado lugar de trabajo, los de tipo 2 surgen del contacto habitual y diario de los trabajadores con receptores insatisfechos de bienes y servicios. Así, el tipo 2 representa un riesgo constante para muchos trabajadores, relacionada en mayor medida con el sector servicios donde en España en 2014 suponía un 73,7 % del PIB, según datos del Instituto Nacional de Estadística, en los últimos años y derivado de la situación socio-económica se ha visto un aumento de este tipo de conductas por parte de los usuarios o clientes, por lo que el número de trabajadores que se encuentran expuestos a este riesgo en nuestro país es elevadísimo.

Desgraciadamente se ha tenido la idea de que era necesario tolerar cierto tipo de agresiones, intimidaciones, como parte de nuestro quehacer profesional por la interrelación con otras personas.

Como consecuencia, la agresión se ha asimilado como algo habitualmente presente en el ejercicio profesional, pero el despliegue de comportamientos violentos puede suponer un importante riesgo para la salud y seguridad de las personas.

Por ello se hace imprescindible la evaluación de los riesgos laborales relacionados con la violencia y agresiones, para así establecer las medidas preventivas necesarias disminuyendo así la exposición al riesgo, debemos trabajar en esta línea creando herramientas que identifiquen el riesgo de modo claro ya que éste es el primer paso para trabajar en la implantación de medidas preventivas eficaces, que nos permitan establecer todas las medidas de seguridad necesarias, estableciendo protocolos de agresión en los que se incluyan pautas de actuación claras y eficaces, asegurando la asistencia sanitaria y psicológica de los trabajadores que la sufren, proporcionando por parte de las empresas asesoramiento jurídico y proporcionando formación específica relacionada con habilidades de comunicación con los usuarios, manejo de situaciones conflictivas así como manejo del estrés.

Elena María Lara Carmona
Técnico Especialista en Psicosociologia
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